El largo fin de semana del 25 al 28 de julio del 2024 lo pasamos en la zona de Langreo, en el centro de Asturias, en una excursión senderista organizada por Ramón, el omnipresente promotor de los viajes caminantes de Vigo. Los cuatro días hubo
, pero los platos fuertes fueron la ruta del Alba, el viernes, y atravesar el bosque de El Gumial, el sábado. Ambas fueron excelentes. Y como acompañamiento, el sendero del Trole al llegar a Langreo, y el domingo, antes de volver, la senda Puente del Arco-Tolivia.
Salimos un grupo de cinco amigos desde Vigo (
empotrados en la excursión de Ramón) y en destino se nos unió Pino, hermana de Fely. Por sorpresa, en el autobús apareció otra amiga, Maika, que no sabía que íbamos ni nosotros que iba ella. Los siete lo pasamos genial.
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La ruta del Alba discurre en todo momento junto al río del mismo nombre |
La del Alba, que hicimos el viernes 26, es una de las rutas más conocidas de una región con tantas opciones como Asturias, y no es de extrañar dada su belleza. Es una caminata de unos 14 kilómetros (entre ida y regreso) casi todo el rato disfrutando del verdor, el frescor y las arboledas que rodean este riachuelo de montaña que se desenvuelve por desfiladeros.
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La ruta está catalogada como sencilla con un desnivel de 340 metros en siete kilómetros |
Salimos en autobús desde Langreo hasta Soto de Agües, donde empezamos a caminar relativamente pronto, sobre las 9:45. Es un pueblo agradable, ordenado, y en el que se nota la presencia de visitantes en un puente festivo de verano. Nada más empezar nos sorprendió que no había mucha gente en un paseo que puede hacerse en plan familiar y con un día agradable; de regreso comprobaríamos que había sido una falsa alarma.
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Nuestro subgrupo dentro del grupo general en una parada disfrutando de la sombra |
El camino llanea en sus inicios, y luego empieza una subida que en su mayor parte es de pendiente limitada y suelo en buen estado. En algunas zonas el agua se ha colado en el camino y es preciso moverse con más cuidado, sin más, solo atención.
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La visión del Alba, siempre decorado con rocas y verde, es constante |
Tilos, sauces y tejos nos acompañan y por las laderas se observan hayas con raíces incrustadas en las rocas, milagros de la naturaleza. Las aproximadamente dos horas que dura el recorrido se consumen sin enterarse ante un paisaje de tanta belleza.
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Montañas que acompañan la ruta con el sol a punto de hacer su aparición |
El otro nombre de la ruta es Foces de Llaímo, en alusión a la serie de desfiladeros por los se moverá el caminante una vez iniciado el ascenso. Se suceden las gargantas que ha formado el río con el paso de los siglos. Por ello en ocasiones la ruta es estrecha. Es una zona de abundante fauna, pero lo único que aparece ante nuestros ojos son algunas cabras en lo alto de alguna montaña, como es habitual en lugares de acceso imposible (para nosotros) por las que se mueven con comodidad. Estaban realmente lejos, las veíamos minúsculas.
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Prados en altura, otro paisaje en el parque natural de Redes |
Sin otro problema que digerir el bienestar que provoca la naturaleza en días como el que nos tocó, llegamos a la Cruz de los Ríos, final de etapa, donde existe un pequeño refugio. En un día soleado dicho refugio sirve de apoyo para el tentempié y un poco de relax.
Iniciamos el descenso, que nos ofreció una panorámica diferente pese a que era la misma ruta. De nuevo disfrutamos de las vistas y cada vez vimos más caminantes haciendo la subida. La conclusión obvia es que es un camino muy transitado, en ocasiones familias con niños, pero la mayoría inició la senda más tarde que nosotros.
No hubo la menor incidencia y en un tiempo similar nos acercamos al pueblo de salida, Soto de Agües.
Pasamos junto a un antiguo lavadero que ya habíamos visto al salir.
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Soto de Agües, el habitual contraste entre tradición y modernidad |
Entramos en Soto de Agües, una población del concejo de Sobrescobio, cuya capital es Rioseco, por donde pasaremos de regreso a Langreo. Tiene poco más de 200 habitantes.
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Cualquier lugar es válido para la propaganda política |
En el recorrido por esta villa encontramos algunas curiosidades dignas de ser fotografiadas, con mención especial para este tractor descapotado, cuyo usuario ha decidido resolver la carencia de manera casera, casi artesanal.
Y ante una casona, abundante y pendiente de mejoras, decimos adiós a este pueblo, que recordaremos como punto de partida, y llegada, de esta estupenda excursión.
SENDA DEL TROLE
El día de llegada a Langreo hicimos una pequeña ruta antes de instalarnos en el hotel. Se trata de la senda del Trole. Es un recorrido pequeño, unos 10 kilómetros cubriéndola en su totalidad, pero nosotros hicimos solo 6. Habíamos madrugado para salir a las 7:30 de Vigo y llevábamos muchas horas de autobús a nuestras espaldas.
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El grupo en el pueblo de Tuilla listo para iniciar el paseo |
Si bien la ruta fue fácil, llana casi en su totalidad, la llegada del autobús a Tuilla, en el pueblo de La Braña, no lo fue en absoluto. Una estrecha y curvilínea carretera puso a prueba las habilidades de nuestro conductor, que aprobó con nota mientras los pasajeros estábamos más que atentos.
La senda utiliza en parte el recorrido de un antiguo tren minero, por lo que es plana y en ocasiones estrecha. Pero hubo que salvar una pendiente larga para salir de Tuilla y acceder al sendero.
El recorrido nos llevó poco tiempo, fue cómodo y sencillo. Pasamos junto a algún pozo minero y atravesamos un pequeño túnel por el que circulaba el tren minero.
A ratos circunvalamos desde la altura un pueblo minero, y en otras caminamos entre bosques.
Pero como suele ser habitual, nuestro guía encontró la manera de que el grupo tuviera un pequeño descanso para tomar nuestros refrigerios.
Finalmente, en un lugar diferente al previsto pero al que podía llegar el autobús, nos montamos para llegar al hotel tras inmortalizar con estas floridas hortensias a tres de las caminantas.
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Cascos en el exterior de una casa en Tuilla |
Estábamos en Asturias y en el corazón de su antigua zona minera, hoy casi un recuerdo, por lo que el programa incluía la visita al Mumi, el Museo de la Minería y la Industria, ubicado en El Entrego, cerca de Langreo.
Está construido sobre la antigua escombrera del pozo San Vicente, situado a pocos metros, y fue muy interesante, especialmente para personas no familiarizadas con la minería del carbón, nuestro caso. Es una instalación completa, ya que primero bajas a un pozo donde entiendes el proceso de extracción del carbón y lo que suponía esta actividad para los mineros. En una segunda parte, ya en superficie, el museo cuenta con todo tipo de carteles, fotografías y materiales utilizados en las minas a lo largo del tiempo.
Fue una sorpresa y salimos encantados. Estuvimos allí un par de horas y la pena fue no haber dispuesto de más tiempo para una visita reposada.
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Ambulancia para las minas, donde los accidentes eran frecuentes |
Con gran realismo han recreado una clínica de la época dorada de la minería, finales del XIX y primera mitad del XX, los trajes y el utillaje de los mineros, la vida en los pueblos de los alrededores, pero lo más impactante fue conocer las condiciones en las trabajaban, a cientos de metros de profundidad, en la oscuridad, empapados de agua, y con el riesgo de muerte por la explosión del grisú. Unos héroes.
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El grupo se parte ante la fuente milagrosa que surte de agua al estanque de Langreo |
La primera tarde la dedicamos a conocer La Felguera, que junto con Sama, poblaciones unidas, son las principales del municipio de Langreo (40.000 habitantes ahora, 65.000 a comienzos de los sesenta... la crisis minera). Sama estaba en fiestas y muy animada, con atracciones y la gente en la calle. Tardamos en enterarnos que en el municipio de Langreo ninguna población recibe dicho nombre.
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Disfrutando de la sidra, algo inevitable en Asturias |
Y por supuesto cenamos en sidrerías los días que allí estuvimos. Como siempre en Asturias, bien de calidad, de cantidad y de precio.
Antes de ir al museo hicimos una breve parada en Rioseco, cabeza del municipio de Soto de Agües, que nos pareció una localidad tranquila y con el embalse a unos pocos metros.
Era la hora del mediodía y hacía calor, por lo que encontramos Rioseco vacío, sin gente en las calles. Este cuidado y transformado hórreo llamó nuestra atención.