martes, 23 de abril de 2024

y 6) Dura etapa final y "la crisis de los aviones"

Listos para iniciar la etapa final en Ouroux para llegar a Propieres

No hay como una despedida adecuada para que quede buen sabor de boca. En un año en el que las etapas fueron en general de dificultad discreta, reservamos para el final una de cierta dureza. 20 kilómetros, pero nada menos que 750 metros de desnivel positivo y algo más de 500 negativo. En otras palabras, que hubo cuestas, cuestas duras, y también importantes descensos, todo ello en un suelo con muchas piedras, que todo lo complica. Pese a ello, resolvimos en cinco horas netas, sin descuentos, mantuvimos la media de cuatro por hora. Satisfechos.

Paisaje de Heidi en el que destaca el campanario en Ouroux Deus Grosnes

Como fue habitual en ese abril recorriendo la Borgoña, salimos con tiempo frío, entre dos y tres grados, pero con día despejado y bonito. El precioso paisaje del pueblecito de Ouroux, que no llega a 400 habitantes, ubicado en el Alto Beaujolais, por tanto zona vinícola, daba más lustre a la jornada. Fuimos hasta Propières.


La iglesia no parece tener nada que ver con el campanario, en el que no han desaprovechado la posibilidad de usarlo como soporte digamos publicitario.



Empezamos con una cuesta pronunciada que nos sirvió para entrar en calor. Una vez arriba llaneamos entre árboles, mayormente pinos.


Notamos algunos cambios en la flora. Los siete primeros kilómetros fueron monográficamente pinos, que se percibía con claridad que eran plantaciones para madera. Después cambió y el bosque se hizo más variado y atractivo.

El grupo paralelo hizo turismo y luego salió al encuentro de los caminantes. Aquí
en Le Gros Bois una especie de "chateau" donde se celebran eventos

Ese día la cifra de bajas había aumentado, y por distintos motivos tres miembros del grupo decidieron descansar


La primera parte del camino fue relajada, con pocas dificultades, y como siempre sumamente tranquila.


Por casualidad, el grupo se unificó en una rotonda de carretera al coincidir los tres de baja que se movían en los dos coches y los andarines cruzándola. Indudablemente, es una zona con afición al ciclismo. Cabe decir que algunos de los pueblos y ciudades que atravesamos esas semanas exhibían carteles anunciando que el Tour pasaría por allí en el mes de julio.

Cartel anunciando nuestro alojamiento de esa noche

Ese día íbamos a dormir en un albergue rural llamado La Verrière y, casualidad, antes de alcanzar de la mitad de la etapa encontramos un anuncio situándolo a solo 600 metros. Estaba claro que una vez en destino tendríamos que dar marcha atrás. Hubo quien bromeó con ir ya y olvidarnos del resto de la etapa... Obviamente, seguimos caminando.


Antes de iniciar las imponentes cuestas de la parte final pasamos por campos abiertos, siempre con bosques a no mucha distancia. Llegados a las zonas arboladas, aparecieron acebos, abetos e incluso hayas. También carpinos, alerces y algún serbal. Sin embargo, en la larga pendiente que nos colocó a 1.000  metros de altura, el pino era casi un monocultivo.

En la zona más alta seguía presente el granizo de la noche 

Poco antes de llegar a cumbre comprobamos que el granizo que debía haber caído la noche anterior se mantenía vivo, sin derretirse. Casi parecía nieve.


Realmente hacía frío debido al viento que había empezado a soplar, y sobre todo en zonas sombrías y junto a los troncos semejaba más nieve que granizo.

Propières a lo lejos, ya solo teníamos que descender una larga cuesta

Una vez en lo alto, apareció ante nosotros el valle en el que se encuentra Propières. Solo nos separaban de esta población una cuesta larga de dos o tres kilómetros que no fue sencilla. El suelo eran guijarros y piedras de mayor tamaño y mucha tierra, que nos obligaban a ir con cuidado para evitar torceduras, resbalones y caídas. Casi íbamos más lentos que subiendo.

El grupo al completo ya en las cercanías de Propières

Mediada la cuesta, los tres que no caminaron salieron al encuentro del resto y el grupo al completo llegó a Propières, fin del trayecto. 2024. Uno de los cambios de ruta que habíamos diseñado consistía en eliminar la etapa del miércoles. Su objetivo era ir de mañana a Roanne (60 kilómetros), conocer esta ciudad y dormir allí (teníamos hotel reservado), y el jueves ir directos a Lyon para devolver los coches de alquiler y coger el avión de vuelta. Ese era el plan y nadie pensaba que pudieran aparecer imponderables en un viaje tan tranquilo como el que estábamos teniendo, pero los hubo. Por ir adelantando algo, señalar que de dormir en Roanne, nada de nada.

Cervecita en Propieres una vez completada la ruta de este año

Antes de dirigirnos a la casa rural, donde teníamos contratada media pensión, esto es, también la cena, aprovechamos un bar abierto en Propières para tomar una bebida y pasar un rato. Después, directos a La Verrière.

La Verrière, un enorme caserón ubicado en una zona rural

Este albergue es una gran casa en medio de los bosques en la que teníamos reservadas las cuatro habitaciones de que dispone. Nos atendió su propietario, un hombre de mediana edad, que fue la única persona que vimos en el recinto, aunque nos dijo que tenía ayuda. Se encargó de aposentarnos y de la cena y el desayuno del día siguiente.

Una de las habitaciones de La Verrière

Las habitaciones no estaban mal, de muebles un tanto vetustos aunque los baños estaban renovados y muy limpios, pero se accedía por una escalera imposible (sumamente estrecha y empinada) y más con maletas. En la planta baja tenía un pequeño salón para estar, con muebles de distintos pelajes, y un acogedor comedor. El entorno era precioso y, de no haber hecho tanto frío, podíamos haber disfrutado más el jardín y hasta la piscina. 

La cena no estuvo mal, muy pensados los platos para gente de otro país, e incluía el vino, de la zona, blanco y tinto, y generoso. Nos explicó que la uva del Beaujolais tinto es la gamay y chardonnay la del blanco. Esa noche probamos un plato típico, la ensalada de quenelles, muy rica, que viene a ser una especie de croqueta que se hace con dos cucharas. El desayuno, al día siguiente, pasable solo. En cualquier caso, a la hora de desayunar nuestras preocupaciones eran otras.

Comedor de La Verrière

En el transcurso de la noche se produjo la incidencia que hemos bautizado como la crisis de los aviones. Sobre las cuatro de la mañana, uno de los insomnes del grupo se percató de un email en el que Easyjet nos comunicaba la suspensión del vuelo del jueves, Lyon-Oporto, con solo un margen de día y medio. Un rato después la mayor parte del grupo ya estaba reunido en una de las habitaciones, valorando las opciones con cierto nerviosismo, sobre todo por que no sabíamos los motivos de la suspensión, si era una huelga de la compañía u otra causa. 

Teníamos claro que había que aprovechar esas horas nocturnas para conseguir otro vuelo. De lo contrario, por la mañana se iban a enterar los cientos de afectados y sería más complicado. Después de un rato de gestiones, tres del grupo lograron que Easyjet los recolocara en un vuelo a las 8:50 de la mañana (el anulado salía a las 18:40 horas) ía Burdeos. Otros cuatro tuvieron que comprar nuevos pasajes con una compañía diferente, con salida a las 11:00 horas, en ambos casos con destino a Oporto, algo obligado ya que allí nos esperaba el coche en el que habíamos viajado desde Vigo. Finalmente, la octava logró un billete para Madrid con salida a las seis de la mañana. Asunto resuelto. Mucho ajetreo nocturno y adiós a Roanne, pero al menos podíamos volver el día previsto. 

Unos días después, Easyjet devolvió el importe del billete anulado a los que habían tenido que comprar uno nuevo. Respecto al hotel de Roanne, tenía anulación hasta última hora y eso nos evitó tener que pagarlo. Una suerte. Les avisamos y contratamos otro en el aeropuerto de Lyon, un NH justo frente a la terminal. Con el final del viaje reorganizado, en lugar de ir a Roanne nos dirigimos a Lyon para pasar allí el día, una ciudad en la que ya hemos recalado tres veces a cuenta del Camino de Santiago. Por suerte, nos encanta.

Solo añadir que el motivo de la cancelación fue una huelga de controladores aéreos, por lo que Easyjet no tenía culpa alguna. Lo curioso es que paseando por Lyon supimos que la huelga había sido desconvocada pero, obviamente, la anulación de los vuelos no tenía marcha atrás.

LYON


Fuente Bartholdi en la plaza del Ayuntamiento de Lyon

Llegar a Lyon, instalarnos en el NH y desplazarnos al centro consumió la mañana del miércoles. El tranvía desde el aeropuerto (17 euros) nos dejó en la ciudad pero algo alejados, por lo que dimos un largo paseo para disfrutar del vieux Lyon una vez más. Como detalle, confirmar que no solo hacía frío en la campiña de la Borgoña, también en su capital.

No era una visita prevista, pero la disfrutamos igualmente aunque todo nos sonaba, Como esta maravillosa fuente del autor de la estatua de la Libertad de Nueva York, diseñada inicialmente para Burdeos y que terminó en 1892 en el centro de Lyon.

Palacio de Justicia y Notre Dame arriba desde un puente peatonal sobre el Saona

Una vez en el centro histórico nos dedicamos a callejear, sin otro objetivo que recorrer la ciudad y buscar un lugar donde comer. Esto último se hizo más apremiante debido al frío de la jornada con lluvia intermitente, que animaba a instalarse en el interior de algún restaurante.


La ubicación del templo de Notre Dame en la cima de una colina lo hace visible desde numerosos puntos de la ciudad, indudablemente el objetivo de quien eligió dicho emplazamiento. Construido a finales del XIX con fondos privados, buscaba destacar el auge de los valores cristianos sobre los socialistas de la comuna de Lyon de 1870.


Y entre paseo y  paseo cruzamos ambos ríos, el Ródano y el Saona, que atraviesan la ciudad.


No solo la cruzan sino que ellos mismos convergen en Lyon, creando lo que los franceses llaman una presqu´ile, una casi isla, que es una de las marcas distintivas de la ciudad. Ródano y Saona dividen la ciudad en tres, y la zona entre ambos es la casi isla.


Y con tanto río, en una ciudad de este tamaño (supera el medio millón de habitantes, la tercera de Francia tras París y Marsella), la cifra de puentes que los cruzan es elevada. Señalar que cuatro de sus barrios, incluido el denominado casi isla, son Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Fachada de la catedral románico-gótica de Lyon

Inevitablemente, recalamos en la plaza frente a la catedral, un magnífico templo construido entre los siglos XII y XIV y en el que se mezclan el románico y el gótico, algo inevitable cuando la construcción dura la friolera de trescientos años.

Plantados frente a la catedral de Lyon

Nos hartamos de admirar su bella fachada y quien quiso volvió a disfrutar del interior. Después de lo cual decidimos sentarnos a comer.

Comida tardía en Lyon en Le Petit Glouton, muy cerca de la catedral

Pasadas las cuatro de la tarde elegimos un restaurante a muy poca distancia de la catedral, en plena zona turística, lo que no suele ser aconsejable. Sin embargo, esta vez acertamos, nos gustó la comida y el precio más que razonable. Y la sopa de cebolla calentita que degustamos, un verdadero y sabroso reconstituyente. Y hubo quien repitió las quenelles de la cena de La Verriere.

Imponente ayuntamiento de Lyon

Teniendo en cuenta el precio del tranvía y el largo paseo hasta la parada, decidimos que viajando los ocho en dos taxis nos saldría a cuenta y mucho más cómodo. Calculamos unos 60/65 euros cada taxi, coste similar al tranvía. Sin embargo, el taxímetro sufrió una "desviación al alza" y cada uno de ellos costó 90 euros. Influyó que ya pasaban unos minutos de las siete de la tarde, cuando empieza la tarifa nocturna, más cara.


Una vez en el hotel, reunión final en el estupendo hall del NH para cerrar el splitwise del viaje y zanjar las cuentas pendientes. Y por supuesto, despedirnos tras dos semanas de convivencia.

Pantalla en el Hotel NH, con los vuelos cancelados en el aeropuerto de Burdeos

Del día siguiente poco hay que comentar. Los que compraron nuevos billetes viajaron directos a Oporto sin madrugar. La que compró un nuevo billete a Madrid se dio el gran madrugón. Y los tres restantes madrugaron, pero menos, y luego tuvieron una larga y aburrida escala en Burdeos. Con las anulaciones, tanto el de Lyon como el aeropuerto de Burdeos estaban prácticamente vacíos, ofreciendo una estampa inusual.

Esperando casi en soledad el avión en la escala en el aeropuerto de Burdeos

Y en estas condiciones regresamos a casa después de dos estupendas semanas recorriendo los campos de Borgoña . La anulación del vuelo no dejó de ser una anécdota a recordar, sin la menor trascendencia. Lo importante fue mantener nuestra costumbre de caminar independientemente de la excusa. Por ello nos conjuramos para volver en el 2025 y si es posible llegar a Le Puy en Velay, donde en el ya lejano 2012 iniciamos lo que entonces parecía un imposible: llegar caminando desde allí a Saint Jean Pie de Port. Lo logramos en el 2019, empleando una semana durante cinco años discontinuos. Ahora estamos muy cerca de completar Estrasburgo-Le Puy, lo que supondrá haber atravesado Francia en diagonal caminando. Llevamos tres años, dos semanas cada uno de ellos, que ahora tenemos más tiempo. Y el 2025 será el cuarto. Por hacer un poco de autopublicidad, dejar claro que también completamos en su momento toda la ruta desde Saint Jean de Pied de Port hasta Santiago y de allí a Fisterra y Muxía.

¡UN VERDADERO PLACER! (seguiremos contándolo)



lunes, 22 de abril de 2024

5) De Cluny a Ouroux, dos etapas campestres

Salida de Cluny por una puerta de su histórica muralla situada al final de una calle en pendiente

Las caminatas de este año se acercaban ya a su fin en este punto. El domingo 21 salimos de Cluny para terminar en Les Grands Gouillats, a unos 13 kilómetros. Era una etapa corta y salimos con calma, sobre las diez de la mañana. Hacía frío, dos grados, pero con sensación térmica de cero... a finales de abril. En estos dos trayectos no nos atuvimos al plan , hicimos ajustes dejando algún hueco por medio para facilitar la organización. Es lo bueno de andar por libre.
 
Paisaje al salir de Cluny en el que han desaparecido las vides

Resultó una etapa muy plana en sus primeros 9 kilómetros, pero luego hubo mucha subida, algo más de 200 metros de desnivel. Como habían sido días de planicie, se nos atragantó un poco, sin más. Respecto al frío, al empezar a caminar notamos que no hacía viento, por tanto, bien.

La planicie había desaparecido y en el horizonte se adivinaban pequeñas montañas

Notamos que el paisaje cambiaba. Además de que no aparecían viñedos, veíamos montañas en la lejanía y todo eran prados con vacas y ovejas, y también bosques de pinos, abetos, robles y abundantes acebos.


Caminamos mayormente sobre tierra, un gustazo. El ambiente fue pastoril del todo, granjas, pequeñas poblaciones que veíamos sobre laderas, ovejas y mucha tranquilidad. No nos cruzamos con nadie en toda la mañana, excepción hecha de dos caballistas atravesando un bosque.

Por supuesto la lluvia y el granizo nos acompañaron

A la hora y media de salir llovió y tuvimos que cubrirnos, pero duró poco. A lo largo de la caminata la situación se repetiría.

Chocolate calentito en un bar que incluye un bus para las comidas

Sobre las doce llegamos a un pueblecito, Sainte Cecile. A la entrada encontramos un curioso bar que tenía como principal dependencia un antiguo autobús perfectamente maqueado. A su lado, con un patio  con suelo de madera entre medias, una construcción con una pequeña sala. El bar menos convencional de toda Borgoña, que para nuestra sorpresa disponía de baño digno, y allí nos recuperamos con un chocolate caliente. Realmente fue una parada afortunada: mientras descansábamos cayó una granizada tremenda. Una vez que escampó y apareció el sol, de nuevo en ruta.


A partir de aquí tocó momento cuestas en medio de un bosque denso. En destino nos esperaban los dos coches, debido a la situación de baja de una de las conductoras, como ya comentamos, y en los vehículos nos dirigimos a Tramayes para pernoctar dos noches. Habíamos leído que es una localidad con patrimonio histórico, pero en nuestros paseos no lo descubrimos.

Espectacular fachada de la iglesia de Tramayes


La excepción es su iglesia dedicada a Jean Baptiste, con un destacado campanario románico. 

Interior de la iglesia de Tramayes

Pero una vez en su interior, muy cuidado por lo demás, todo parece moderno. Nada que ver el interior con el exterior. Eso sí, para poco más de mil habitantes es un templo espectacular.


En el paseo que dimos por Tramayes encontramos un pueblo normal, tranquilo y agradable, pero sin especial interés, muy apagado en la tarde dominguera. 


Además de la iglesia, existe una construcción más bien palaciega del siglo XVII que llaman castillo, en el interior de una finca, y que no  era posible visitar. Nos limitamos a inmortalizarlo al salir de Tramayes para la penúltima etapa.


Pero sí tuvimos la confirmación de que estábamos en la senda correcta para llegar a Le Puy en Velay, probablemente en el 2025, y de poder seguir en la ruta incluso a Santiago, que no va a ser el caso porque ese trabajito ya está hecho.

Chinchimonis en un bar de Tramayes, sorprendentemente abierto al mediodía

Tras de instalarnos en nuestro alojamiento, en el paseo posterior encontramos donde tomar un café al que invitaron aquellos que tuvieron menos suerte en el juego.

Le Grange Fleurie, nuestro albergue por dos noches en Tramayes

La Grange Fleurie es una vieja casona muy bien rehabilitada que solo cuenta con cinco habitaciones. La atiende una pareja sudafricana muy joven, Angus y su mujer, que tienen dos niñas pequeñas, y también viven allí los padres de ella y una tía. Todos muy amables. Por lo que nos explicaron, salieron de Sudáfrica buscando un lugar con mayor seguridad, y por casualidad recalaron en Tramayes. Curioso: pusieron un dedo en el mapa y allí se desplazaron. El resultado es un lugar encantador. 

Doble arco iris sobre los cielos de Tramayes

Esa tarde se sucedieron los chubascos y entre medias pudimos hacer esta foto tan chula de un arco iris doble desde la ventana del salón de La Grange Fleurie.


La casa está bien montada y es muy acogedora. Amplia para solo cinco habitaciones, y como prueba el enorme comedor donde hicimos las dos cenas. Teníamos media pensión y la cena del segundo día consistió en ensalada, lasaña de carne y pudin con helado. Todo por 15 euros cada uno bebida aparte, y muy bien las viandas y a un precio incontestable en Francia. La otra cena fue similar. Las cuatro habitaciones salieron a un precio de 360 euros día con desayuno.


En el salón anexo pasamos un buen rato, cómodamente instalados en sus sillones. Como las temperaturas eran bajas, agradecimos que encendieran la chimenea.


La segunda tarde este salón fue el campo de juego (chinchimonis, of course), pues era lunes y cerraban los escasas establecimientos del pueblo. Una botellita de vino del alojamiento fue lo que nos jugamos. Como detalle, señalar que ese día, para regocijo de las cinco féminas, perdieron los tres varones del grupo, un manchón para los que se consideran expertos en la materia.


El día siguiente  amaneció feote. Fueron 17 kilómetros pero nada fáciles, en una jornada en la que olvidamos las etapas planas de la Borgoña. Hubo cuestas y muy pronunciadas (500 metros acumulados) y más o menos los mismos descensos. Pese a ello, hicimos una media real (paradas excluidas) superior a 4 kilómetros. Salimos igualmente a las 10:00 y a las 14:30 estábamos en destino.

Así que tuvimos que abrigarnos, excepción hecha de la calurosa del grupo, un clásico

Esa jornada no llovió, pero la temperatura fue todavía más extrema. De noche casi heló y salimos con un grado de temperatura pero una sensación de frío, que es lo que realmente cuenta, de tres bajo cero. No lo hubiéramos imaginado.


El paisaje siguió la misma tónica, con la diferencia de que tuvimos tramos de asfalto, lo que nunca agrada.


También padecimos el barro, zonas de bosque con agua encharcada y áreas de barro, lo que unido a las pendientes pusieron en valor los bastones con los que nos ayudamos. Y también llevar calzado adecuado.


Tampoco fue una novedad el silencio en el que se desarrolló la etapa. No nos cruzamos con nadie, nuestra única compañía fueron los animales pastando en los campos.


Los paisajes abiertos de la mayor parte de este tramo contribuyeron a la sensación de relajo y tranquilidad. Un placer.


Siete kilómetros después de salir pasamos bordeando un pueblecito llamado Cenves, en el que no apareció a nuestra vista ningún residente. Siete kilómetros después, ya cerca del final, ocurrió lo mismo en San Jacques de Arrets. Este último lo atravesamos e incluso utilizamos unos baños públicos bastante decentes, pero personas, ni una.


La cercanía relativa a Le Puy en Velay empezaba a ser patente. Ese cartel señala una distancia de 259 kilómetros, un paseíto de nada que llevaremos a cabo dentro de un año, según las previsiones.


Y muy a la vista las indicaciones de los Caminos de Santiago por esta zona de Francia.


Ya comentamos que el día fue frío, pero además llegamos a estar a 700 metros de altura sobre el nivel del mar.


Pero nosotros disfrutamos de una jornada de bosques como el de la imagen superior, al margen de que las cuestas llegaron a cansar.

Tramos de barro en zonas donde habían cortado árboles


Ya faltaba poco para terminar y al salir del bosque aparecieron de nuevo los paisajes amplios.

En Ouroux teníamos un coche esperando, con el que hicimos dos viajes para volver los ocho a Tramayes. Y en este camino volvió a llover con intensidad.