Encontramos numerosos bunkers, túneles, almacenes de munición, troneras y fosos, algunos de gran altura, con señales que advertían del riesgo de caída. Una vez metidos en un recinto un tanto laberíntico nos costó salir.
Seguimos nuestra ruta con tranquilidad y el entusiasmo que siempre acompaña al paseante en su primera jornada. Con los ojos bien abiertos, pudimos comprobar los adornos con los que en esta parte de Francia lindante con Suiza se decoran algunas casas con motivo del comienzo del mes de mayo.
 |
Un gallinero de los más cool |
 |
Palabras de ánimo para el caminante |
 |
Paisaje abierto casi sin límites tras kilómetros de bosques |
A lo largo de la etapa pasamos por varios pueblos, caso de Buc o Echenans, y en todos ellos sentimos una ligera sensación de desánimo al comprobar que no había ni bar ni boulangerie (panadería) ni nada parecido. Con el paso de los días ya no habría decepción: lo dábamos por supuesto.
En cualquier caso, aprovechábamos las ocasiones para descansar y reponer fuerzas.
Mientras, observábamos el paisaje o curiosidades como un vehículo militar con muchas décadas de historia a sus espaldas, que vete a saber por qué un paisano mantenía en su parcela.
También encontramos muchas vacas, algunas con tupés de lo más curioso y cuernos aparentemente recortados. Teníamos la sensación de que despertábamos en ellas más interés que a la inversa, ya que se quedaban ojipláticas, observándonos. Es curioso percatarse de que las vacas te observan sin pestañear y no dejan de hacerlo hasta que desapareces.

Y con esta compañía llegamos Hericourt tras recorrer un par de kilómetros en cuesta, una sorpresa tras un día de camino plano. El hotel del primer día fue La Filature, emplazado en una antigua fábrica de hilos y al lado de un canal. Encontramos el alojamiento acercando el plano en Google Maps. Disponía de restaurante y habíamos contratado media pensión: habitación doble, cena y desayuno por 103 euros/2 personas. Resultó bien y las habitaciones luminosas y agradables, eso sí, como nos sucedería día tras día casi sin excepción, carecía de ascensor y las escaleras eran angostas, producto sin duda de la adaptación de edificios no previstos para hotel. El entorno era muy chulo, con el ruido del agua acompañando.
Con algo más de diez mil habitantes, Hericourt es una villa histórica, con edificios relevantes e iglesias descomunales, algo que igualmente se repetiría en los días siguientes.
Antes de la cena, y aunque la temperatura era fresca pese al sol, tuvimos tiempo de dar una vuelta por la localidad.
En la zona antigua encontramos una iglesia católica justo al lado de otra luterana, esta segunda más modesta.
 |
Después de la cena, cayó la primera partida de "chinchimonis" |
Tras reponer fuerzas, antes de ir a dormir echamos la primera partida de chinos/chinchimonis. Los perdedores, como es tradición, invitan al café o la copita. Y tras disfrutar un rato, la foto que inmortaliza a los ganadores/perdedores, algo que el lector tendrá que discernir pues este tipo de dato nunca se hace público.
La segunda jornada salimos de La Filature con destino a Saulnot, pero destino caminante, no para dormir. En esta zona los pueblos son pequeños y con pocos servicios. Por ello, algunos días tuvimos que recurrir a los vehículos para acercarnos al hotel reservado en una localidad próxima. Lógicamente, ello incrementaba la fiesta de los coches, puesto que había que retornar a por el que quedaba atrás mientras el grueso del grupo esperaba, y después, ya todos juntos, al alojamiento... Y a la mañana siguiente a la inversa: cada coche a su sitio y los caminantes al lugar donde se terminó el día anterior.
 |
Imponente lavadero en el centro de Hericourt; encontraríamos muchos en el camino |
De nuevo empezamos la ruta con bosques y prados, un paisaje bucólico que fue la tónica dominante durante las dos semanas de caminata.
La jornada transcurrió con normalidad tras una noche fría con la temperatura bajando a tres grados. De hecho, a lo largo del día llovió. Llegamos primero a Couthenans y poco después a Champey, donde surgió la sorpresa: ¡había una boulangerie!, pequeñita pero abierta, que nos permitió tomar un café con bollito aunque fuera en la calle. Todo un lujo que no se repetiría. La panadería estaba un poco apartada, y la localizamos gracias a una señora que se había mostrado dispuesta a darnos café a todos ante la risa sorprendida de su hija. Muy maja ella.
A la una y media estábamos en Chavanne y cinco kilómetros después alcanzábamos Saulnot, sobre las tres de la tarde. Allí tocó esperar hasta que los conductores retornaban de Hericourt con el coche y las maletas que había quedado atrás. Hubo quien aprovechó para tomarse un reparador descanso.
 |
La foto no engaña: descansando tras concluir la etapa |
Ya con los dos coches nos llegamos hasta Villersexel, que era el destino de la etapa siguiente, para pernoctar. En esta villa contactamos con el río Ognon, un afluente muy caudaloso del Saona que nos acompañaría casi hasta el final del viaje.
Villersexel resultó un pueblo agradable y muy histórico, con un enorme palacio/chateau donde celebran eventos, pero que ese día estaba cerrado.
 |
Chateau de Villersexel, que no pudimos visitar por estar cerrado ese día
|
Nos alojamos en el hotel La Terrasse, un sitio digno, sobre todo porque las habitaciones eran cómodas y grandes, pero con wifi mejorable, aunque al menos funcionaba. El día anterior, imposible, fatal. El tema tenía su relevancia ya que en Villersexel íbamos a pernoctar dos noches por aquello de que escaseaban los hoteles por la zona.
Al día siguiente, tras un desayuno aceptable, saltó la sorpresa: al irnos querían cobrarnos ya porque no tenían anotado que eran dos días.
 |
Doble selfie durante el desayuno en La Terrasse |
Cuando se lo demostramos con los correos de la reserva empezó un baile de llamadas y negociaciones. La encargada, una chica muy joven, hablaba por teléfono con su jefe y luego con nosotros. Querían que nos fuéramos a otro hotel, para dejar sitio a no sabemos quien, pero nos negamos: ya estábamos allí y bien instalados. Ante la negativa, plantearon cambiarnos las habitaciones y que ellos harían el traslado de nuestras pertenencias. De nuevo dijimos que no y que nos íbamos pues teníamos camino que andar. Así quedó todo con la incógnita del panorama que encontraríamos por la tarde, pero con la tranquilidad de que el fallo no había sido nuestro.
Fue un día especial en el aspecto caminante. Para simplificar la movida de los coches nos dividimos en dos grupos: uno fue en coche a Saulnot, punto de partida de la ruta y el segundo hizo el camino inverso desde el mismo Villersexel, con lo que pudieron salir un poco antes.
 |
Salida del grupo que empezó la etapa en Saulnot y dejó allí un coche
|
 |
Llegada del segundo grupo a Saulnot, donde estaba el coche que había dejado el otro grupo |
La clave residía en cruzarnos en la mitad y traspasarnos las llaves de los coches. Para conformar los grupos tuvimos en cuenta a los conductores, ya que solo dos personas estaban autorizadas en cada uno de los vehículos.
Así lo hicimos y la cosa salió de maravilla: a las 12:20 nos encontramos, sin habernos puesto de acuerdo, en el pueblecito de Vellechevreux, una gran alegría.  |
Reencuentro en Vellechevreux, dándole a la manzana, a falta de otra cosa |
Al coincidir en un pueblo pudimos sentarnos más o menos cómodos. Habíamos bromeado antes de la salida, equiparando este sistema con la construcción de un túnel por ambos lados, lo que exige precisión para coincidir. En este caso la hubo, y eso que temíamos sobre todo por el grupo que hacía el camino inverso, que tenía que localizar señales que no tenían visibles, colocadas para los que siguen la ruta, no para los que regresan.
De nuevo fue una jornada con chaparrones, especialmente cuando el grupo del camino directo estaba a un kilómetro del destino. Tuvieron que guarecerse de urgencia en un granero. La curiosidad del día le tocó al grupo del camino inverso, que se encontró con el peregrino alemán de la capilla del primer día. Este hombre no entendía como podíamos venir de frente si estábamos haciendo el mismo camino, pero con la sorpresa nos limitamos a saludarle y seguimos. Después lo pensamos mejor y nos comprometimos a explicarle nuestra estrategia si volvía a suceder.
A lo largo del camino pasamos por las localidades de Becenans y Granges le Bourg.
También sufrimos con alguna cuesta larga, larga y pronunciada, en uno de los bosques del día, por lo demás precioso. Igualmente por los amplios tramos de asfalto, siempre detestable para el caminante.
Y así, vigilando las señales y contentos tras la etapa, regresamos al hotel. Ya no estaba el personal de la mañana y la encargada nos recibió con una sonrisa de oreja a oreja. No hubo alusión alguna al intento matinal de echarnos de las habitaciones.