sábado, 27 de julio de 2024

Senda de El Gumial, un bosque de hayas que enamora

 Apareció la niebla esa mañana (28/julio/2024) cuando íbamos a empezar la ruta a 1.250 metros de altitud, y lejos de ser una molestia añadió encanto a la jornada. Luego habría claros en un día mayormente nublado. El autobús nos había dejado en El Fielato, un conjunto de cabañas junto a la carretera, en el Puerto de San Isidro, lugar donde iniciamos la caminata.

Preparativos para iniciar la marcha en El Fielato

Ese día íbamos a recorrer la senda del bosque de El Gumial (12,5 km que hicimos en más de cuatro horas), un lugar atractivo con paisajes variados, en el que primero se asciende por una zona de brañas y prados, con rocas y vegetación baja, y mucho ganado, al que por la niebla oíamos pero mayormente no veíamos. Sobre todo vacas, pero también caballos.


Pese a la niebla, la temperatura era agradable, casi el ideal para un caminante.

Las vacas, descansando, vuelven al anochecer a sus establos, nos explicó un pastor

En ocasiones, un rebaño entero aparecía ante nuestros ojos casi por sorpresa. Un gustazo recorrer el monte con estos atractivos. Pero normalmente los cencerros avisaban de su presencia a buena distancia. Estaban muy tranquilas en una zona de ricos pastos.

Los caballos pasan el verano en el monte, pero controlados por GPS

Y no solo vacas. también grupos de caballos. En la cumbre donde iniciamos la bajada estaba con ellos José Antonio, un pastor muy sociable, con el que hablamos de su trabajo. Nos explicó que las yeguas llevan GPS para tenerlas localizadas, o recuperarlas si se alejan, lo que no es necesario con las vacas, que viven semiestabuladas y regresan cada tarde para dormir a cubierto Los caballos estaban también vigilados por un enorme mastín, que los acompaña permanentemente y al que José Antonio sube a alimentar cada dos o tres días.

El grupo en el punto más alto de la marcha, a 1.600  metros

En esta cumbre gran parte del grupo se retrató antes de empezar a llanear, descanso previo al largo y en ocasiones empinado descenso que vendría a continuación. Desde el punto más alto, unos 1.600  metros, descenderíamos después más de 600. El total de la etapa fueron casi 13 kilómetros, por encima de los diez escasos anunciados. Y como el grupo era muy variado en cuanto a condiciones físicas, en ocasiones la marcha fue lenta y la llegada muy escalonada.


En esta zona de llaneo cruzamos algún regato y el paisaje realmente invitaba a caminar por su belleza, y la tranquilidad reinante, aunque todavía lejos de la espectacularidad que nos aguardaba en El Gumial.


Inevitablemente el grupo se estiraba, algo con lo que contaba Ramón al tratarse de casi 40 personas de todos los pelajes. Incluso hubo algún despiste, pese a que él, en cabeza, iba dejando flechas de cartulina color naranja para evitarlo, que luego recogía la persona que cerraba la marcha.


Atravesamos alguna zona arbolada antes de realizar una segunda parada, forzada más por la conveniencia de reagruparnos que por necesidad de descanso.


La niebla seguía acompañándonos, dando un toque de irrealidad al paisaje.


Y tras ello por fin iniciamos el descenso, acompañados por el río Alba, que sería compañía fiel durante esta pronunciada (y a veces incómoda) bajada.

El arroyo del Alba nos acompañó durante la travesía del bosque de El Gumial

Caminábamos estirados, con el problema de atender a un suelo a veces traicionero, con muchas piedras sueltas y a la vez disfrutar de la belleza del paisaje.


Por ello a veces forzamos una parada con la excusa de las fotos, pero en realidad lo que buscábamos era dedicar unos minutos a contemplar un bosque de ensueño. Silencio, hayas, verde, agua, musgo, un gustazo. Sorprende que con un tesoro natural semejante el concejo de Aller, en el que se encuentra, sea tan desconocido fuera de Asturias. Y cuando las hayas comenzaban a desaparecer, empezaron los castaños y los nogales, también fresnos.


Nos cruzamos con pocos paseantes, pero acabado el bosque pasó un grupo reducido con neoprenos, arneses y cuerdas, que iban a hacer la ruta bajando por el río en plan barranquismo y con guías. Nos dieron algo de envidia. 

Acabado el monte tuvimos que caminar unos kilómetros en llano, alcanzar la carretera y luego por ella llegar a una sidrería donde nos aguardaba el autobús. Cuando todos llegamos iniciamos el regreso.


De camino paramos en Cabaña Quinta, una de las localidades del municipio de Aller y sede de su ayuntamiento.


Dimos un corto paseo ya primera hora de la tarde y tras ello nos dirigimos al hotel, muy satisfechos del día de caminata.



SENDA PUENTE DEL ARCO-TOLIVIA (12,5 KM)


El domingo disfrutamos una ruta más sencilla, agradable pero menos espectacular, y desde luego más tranquila, con escasos desniveles. Lógico ya que al acabar iniciaríamos el regreso a Vigo. Resolvimos la marcha en poco más de tres horas y media, rapidito para un grupo tan numeroso, que siempre lastra.


En el plano paisajístico, lo mismo, vistosa pero no apabullante como las de los dos días anteriores.


Fue una ruta principalmente rural pero atravesando varias poblaciones. Y en gran parte discurría por laderas de colinas con vistas a pequeños valles.


Iniciamos el paseo en una rotonda de la carretera en Laviana, y tras un trocito urbano en seguida salimos al campo.


Tuvimos algún espectador acostumbrando a ver paseantes. Al momento nos topamos con este hermoso puente.

Puente del Arco, en Laviana, medieval y muy bien conservado
 
Pasamos junto al Puente del Arco, en la parroquia de Llorío, de data no conocida y lugar en el que se unían las dos rutas principales que comunicaban el concejo de Laviana, procedentes de Aller y Tarna. En un día soleado y con el agua transparente, el conjunto se realzaba.


No fue el único puente destacado del día. En Villoria, casi al final de la ruta, encontramos otro puente medieval más modesto en sus dimensiones. Conserva su pavimento empedrado original, lo que viene a significar que el paseante sufre un poquito con este firme tan desigual. Se cree que en este emplazamiento hubo antes un puente romano.


Llevábamos ya varias horas de marcha y los caminantes precisaban un pequeño descanso, para lo que utilizamos el murete de la fachada de la iglesia.


Tras utilizar otra ladera para regresar al punto de origen, siempre por un camino bastante cómodo, llegamos a la rotonda, donde tomamos el autobús para regresar a casa. Antes, en Ribadeo, parada para reponer fuerzas con un almuerzo rápido en una localidad atestada de visitantes. Y a última hora de la tarde, llegada a Vigo sin incidencias tras un fin de semana muy agradable.


Antes de embarcar en el bus, nos llamó la atención esta cabritilla que utilizaba como morada una caseta de perro. En Langreo estuvimos alojados en el AZZ Langrehotel, con habitaciones dignas y un desayuno correcto, y otro grupo en el San Pedro, de menor calidad.