miércoles, 17 de abril de 2024

3) De Beaune a Buxy (dos etapas): más vid y mucho granizo

Beaune es una ciudad de cierta importancia (25.000 habitantes), histórica y bella, como su nombre parece querer indicar. La paseamos en la medida de lo posible y nos hicimos una idea. Pero ni mucho menos la abarcamos contando solo con un rato por la tarde, el único hueco que tuvimos.

Arco de la Puerta de San Nicolás por el que accedimos a Beaune

Tranquila, quizás un tanto provinciana, y relajada, caminamos hasta el centro al llegar, con algunas calles peatonales, y allí hicimos un descanso para que parte del grupo fuera a buscar el coche retrasado. Una vez con los dos vehículos, en coche al hotel, un establecimiento de la cadena Kyriad, en el extrarradio, y vuelta para cenar y pasear, también en coche. El precio del hotel por las cuatro habitaciones  fue de 406 €, con desayuno. 

La entrada  en Beaune, al final de la etapa, se hizo un poco larga

Su monumento más destacado es el Hôtel-Dieu, un enorme hospicio con mucha historia.

El antiguo hospital Hôtel-Dieu es la joya de la corona de la ciudad

Hicimos intención de visitarlo, pero nos disuadió el precio: 12 euros persona. No disponíamos de mucho tiempo so pena de no pasear por sus calles, y quedó aparcado. Fue construido en una época en que el ducado de Borgoña se extendía hasta Bélgica y los Países Bajos. Se trata de una fundación hospitalaria de mediados del siglo XV, y ha sido reconvertido en museo.

Colegiata de Notre Dame, del siglo XII, la iglesia más destacada de Beaune

No muy lejos se encuentra la colegiata de Notre Dame, denominación que en Francia puede inducir a confusión pues casi que en cada pueblo o ciudad hay una iglesia con este nombre. Es un templo de inspiración clunicense con ajustes góticos, que en lo esencial data del siglo XIII.

Notre Dame tiene ochenta metros de larga y vistosas vidrieras

Soberbia, cuidada, bien mantenida, de 80 metros de larga y con llamativos vitrales y suelo de enormes losas de piedra, paseamos por su interior, vacío a esas horas de la tarde.


Y circunvalándola descubrimos su monumental parte trasera.


De entre sus edificios civiles nos llamó mucho la atención la Maison du Colombier (palomar), un bello edificio del siglo XVI excepcionalmente bien conservado y ahora reconvertido, entre otras cosas, en gastro-bar.


Su torre central y la garita con la que resolvieron la esquina llaman la atención del visitante y no resistimos la tentación de inmortalizarnos ante su fachada.


En nuestro paseo al restaurante que habíamos seleccionado al mediodía para ir a cenar encontramos comercios curiosos, al menos de nombre.


Y esculturas que en apariencia no pertenecen a la época medieval.

Cena en la Brasserie Le Parisien, agradable y buena comida

De nuevo ofrecían menús, que lo hace más sencillo: a 23 euros (entrante y plato o plato y postre) y 26 con los tres platos. Nos gustó.

A destacar su riquísima sopa de cebolla. Con el frío que hacía nos supo a gloria.

A la mañana siguiente iniciamos la marcha en el centro de Beaune, lo que enredó un poco más el baile de coches. Uno había sido ya trasladado a Chagny (donde íbamos a dormir) y con el otro hubo que hacer dos viajes desde el hotel, y se quedó aparcado en un parking que habíamos utilizado ya el día anterior.


Nos pusimos en marcha diciendo adiós a Beaune, una localidad que todavía mantiene parte de su antiguo recinto amurallado.
La etapa hasta Chagny fueron 22,5 kilómetros, que resolvimos en algo menos de cinco horas. Encontramos varios pueblos por el camino. No hubo grandes desniveles, pero ya no fue una planicie generalizada como hasta ahora.


Salimos de Beaune entre gigantescos campos de vid, lo que ya nos parecía de lo más normal. Por la zona encontramos numerosos muros muy cuidados y con un techado que les ha permitido salir indemnes del paso de los siglos. 


A veces rodeaban así amplios campos de vid.


A cuatro kilómetros nos encontramos la población de Pommard. Un poco después atravesamos Volnay, una localidad muy agradable, y más tarde Meursault, donde hicimos una parada.

En el centro de Pommard

Hermoso palacete en Volnay, con techo de mosaicos frecuentes en la zona


En Meursault utilizamos un hotelito, Le Globe, con encanto vacío a esas horas para tomar un café y, lo principal, desarrollar la diaria partidita de chinchimonis. 


Se trataba de un lugar especialmente cómodo donde nos dejaron un acogedor salón para la parada.



En estas localidades perviven comercios llamativos, pero a la hora de nuestro paso lo habitual es que no viéramos a nadie por las calles.


Donde nos apetecía tomábamos un descanso.

Maquinaria de tamaño ajustado para trabajar entre las vides y con ruedas delanteras en oblicuo


Indudablemente, la economía de la zona gira alrededor del cultivo de la vid y de la producción de vino.


Finalmente dejamos las vides y apareció el canal, pero resultó que el puente por el que teníamos que cruzarlo estaba en obras, y no hubo otra opción que dar un rodeo alargando la ruta. Esta vez no fue posible sortearlo, como en la primera etapa...


Por la beira del canal llegamos a Chagny, concluyendo así una etapa que nos encantó. 


Y siguiendo, siguiendo, el canal finalmente llegamos Chagny, donde nos alojamos en el Hotel de la Poste un hotelito acogedor en el que pagamos 407 euros por las cuatro habitaciones con desayuno.


Chagny es también un pueblo con historia, aunque nada que ver con Beaune.


Y también está muy preocupado por la cultura. En más de un lugar nos encontramos con estas pequeñas bibliotecas de acceso libre para tomar libros prestados.


El centro de Chagny, que tiene unos 6.000 habitantes, es agradable. El, día estaba fresco y nublado, por lo que las calles estaban aún más vacías de lo habitual. A media tarde, cuando íbamos a ir a cenar cayó una tromba de agua impresionante.

Calle de Chagny

Sin embargo, hubo una calle en esta localidad que nos resultó de lo más familiar.


Cenamos en Le Granier de Sel, un restaurante situado en una antigua bodega de piedra. Aparecimos a la hora de abrir (siete de la tarde) sin reserva (y empapados) y eso provocó cierta tensión. Estaba casi lleno pero nos habilitaron una mesa para ocho y después sabríamos por qué. Mediada la cena se nos acercó la encargada, natural de ¡Valencia! Llegó de pequeña con sus  padres emigrantes y ahora tiene un novio francés aunque ambos quieren trasladarse a España. Según nos dijo, este restaurante es propiedad del dueño de La Meloise, con tres estrellas Michelín y situado en la plaza del pueblo que, casualmente estaba cerrado. La cena estuvo muy bien y por primera vez en el viaje la carta incluía vino al pichet, en jarra, de la casa, mucho más accesible por su precio.

No fue la única persona que nos atendió en español en Chagny. Por la tarde estuvimos en una cafetería y nos sirvió un amigo de la dueña al oírnos hablar. Nos explicó que trabajó en una compañía aérea y vivió muchos años en España, en Tenerife y otras ciudades. Muy amable con nosotros. 


Al día siguiente nos pusimos en marcha para terminar en Jambles, localidad en la que no íbamos a dormir por aquello de que los hoteles están donde quieren sus propietarios y no en el Camino de Santiago que estamos haciendo. Tras inmortalizarnos una vez más, empezamos la ruta. Ese día perdimos un caminante, que no se encontraba bien y prefirió, con buen criterio, hacer el trayecto en taxi. No sería la única baja a lo largo de las dos semanas.


Iglesia de Saint Laurent, en Rully

Salimos llaneando pero al poco llegó una cuesta empinada que nos hizo añorar las planicies por las que mayoritariamente nos estábamos moviendo. Arriba encontramos Rully, un pueblecito que atravesamos y en el que nos llamó la atención su iglesia, dedicada a Saint Laurent.

Castillo del siglo XII junto al que pasamos un poco después de Rully

Poco después del pueblo  pasamos junto a este imponente castillo y el vetusto  muro que lo rodea. Según hemos sabido después, data del siglo XII y se encuentra en el medio de una finca vitivinícola. Fue construido por lord Hugues, y desde entonces ha sufrido numerosos cambios y modificaciones. Pese a ello, sigue en manos de descendientes de la familia originaria y se utiliza para actos culturales y recepciones, y es visitable con cita previa.


Constatamos que el terreno había cambiado, nada de llanuras, se imponían las ondulaciones. 

El terreno ya es ondulado en esta zona, la planicie de otros días desapareció

Estábamos felices con el paseo, un día despejado y un paisaje precioso, así iba pasando la jornada entre viñedos y algunos bosques.


Durante esta caminata pasamos por varios pueblos. En Mercurey hicimos una paradita en una boulangerie, donde tomamos un café con dulce, cómodos nosotros y rica la comanda. Y un poco agobiado el panadero, que no daba abasto a atendernos, a nosotros y a otros clientes en la barra, tenía pinta de despistado, pero muy amable.

Iglesia de Saint Symphorien, en Touches, del siglo XII

A la salida del pueblo, otra cuesta hermosa que nos llevó a una pequeña población, Touches, que forma parte del municipio de Mercurey. Allí nos encontramos con una iglesia de quitar el  hipo dedicada a Saint Symphorien. Empezó a construirse en la primera mitad del siglo XIII, y fue ampliada dos siglos después. Ofrece un aspecto macizo con sus contrafuertes frontales y su campanario.

Paraguas y chubasqueros para protegernos del granizo

La mañana comenzó a oscurecerse y la temperatura descendió. Temimos que empezará a llover pero no se concretó, aunque nos incordiaron varias granizadas con intervalos despejados.

A cubierto bajo una granizada potente que nos obligó a parar

Finalmente, en Charneilly, a un kilómetro del final, descargó una buena granizada de la que nos protegimos como pudimos debajo del arco de un portón, ya era la cuarta de la mañana y la más intensa. Esto nos forzaba cada poco a colocarnos los chubasqueros y sacar los paraguas, amén de proteger las mochilas. Una lata, y cuando parecía que el peligro había desaparecido, a quitarlo todo. 


La bajada a Jambles, toda en cuesta, muy pendiente, y algunos tramos llenos de guijarros bastante problemáticos y provocaron algún resbalón, sin consecuencias. Una vez en Jambles, hubo que esperar a que los conductores recogieran el coche en Chagny, con la mala suerte de que en el pueblo no había ni boulangerie, ni bar, ni nada parecido. Utilizamos una amplia marquesina para protegernos de la lluvia ocasional y de un viento helador que sorprendía mediado el mes de abril.


Con los dos coches recorrimos todos juntos los diez kilómetros que nos separaban de Buxy. Ese día habíamos cubierto 21 kilómetros, en cinco horas y veinte minutos, con lo que alcanzamos una media de cuatro por hora. No estuvo mal, pues tuvimos casi 500 metros de desnivel positivo y 400 negativo. Y granizadas.

Carne de cerdo con patatas asadas en Les Songes

Un rato después llegábamos al hotel, Les Songes de Buxy, un edificio enorme en el que no parecía haber muchos huéspedes y donde pernoctamos dos noches. Teníamos contratada media pensión, y nos dieron de cenar pastel de vieiras y después carne de cerdo con salsa y patatas asadas, más natillas de postre. Rico. 


Buxy es una población pequeña, de poco más de 2.000 habitantes. Esa tarde la recorrimos, es agradable y con edificios interesantes. Sin embargo, el viento frío no invitaba a permanecer en la calle. Por ello regresamos al hotel y en una pizzería cercana nos tomamos un vino, en un pueblo vinícola y que también explota canteras.

La foto inferior corresponde a un curioso lavadero rectangular con los bordes redondeados que han conservado en Buxy. Realmente, rara era la localidad por la que pasábamos que no conservara un lavadero interesante, aunque al más espectacular de todos todavía no habíamos llegado.