sábado, 20 de abril de 2024

4) De Buxy a Cluny (dos etapas) y día de descanso en Mâcon

Empezamos la segunda semana de la ruta con varias incidencias. De una parte, hacía frío, una temperatura muy baja para abril, como nunca en los ocho años que llevamos haciendo el Camino de Santiago en Francia por estas fechas. Por otro, teníamos una segunda baja, una caminante con un problema leve en una pierna que por prudencia dejó la ruta. A cambio, simplificó el operativo de los coches ya que era una de las conductoras (la empresa de alquiler solo nos permitía dos por vehículo). Los demás mantuvimos las previsiones aunque acortamos la primera etapa. En lugar de iniciarla en Jambles, donde habíamos terminado el día anterior, lo hicimos en Montagny, en las afueras de Buxy, reduciendo una decena de kilómetros. Nuestro diseñador de la ruta lo había organizado para disponer de tiempo para visitar Cluny y Mâcon con cierta tranquilidad dos días después. 

Inicio de la caminata del 18 de abril en Montagny les Buxy

Así que de mañana, con cierta tranquilidad, fuimos en coche a las afueras de Buxy, a Montagny, para retomar la marcha en este punto, con el objetivo de finalizar en Saint Gengoux le National, una población que exige pensarlo para pronunciarlo en francés. De la repetición nos surgió la gracieta de que viene a ser lo que les ocurre a los madrileños con Sanxenxo, y a partir de ese momento y por comodidad, Saint Gengoux se convirtió para nosotros en Sanxenxo.

Antes habíamos desayunado en Les Songes de Buxy, nuestro hotel, un refrigerio un poco regulero, tampoco malo, donde en una de nuestras habitaciones el baño olía fatal. En descargo del hotel, no llegamos a decir nada pero habría sido cosa de pedir cambio de habitación. Vamos, que somos unos caminantes bastante sacrificados. 

Señalización muy visible del Camino de Santiago... a unos 1.800 km de Compostela

El paseo de ese día resultó asequible, poco más de 12 kilómetros, que cubrimos en algo menos de tres horas. Fue relativamente suave: 200 metros de desnivel positivo por 300 negativo; en otras palabras, que hubo más descensos que subidas, lo que no a todos los miembros del grupo agrada.


Iniciamos la ruta con subida y al llegar a una meseta y llanear encontramos a un lado del camino una explanada inmensa como para celebrar juntas docena y media de romerías. Y en su extremo, una vista sobre la llanura que acabábamos de abandonar presidida por una imagen de gran tamaño de la Virgen. Al otro lado del camino, viñedos.

La lluvia fue la compañera de viaje en un día cubierto y fresco

Seguimos adelante en medio del silencio y con absoluta tranquilidad, sin ver ni oir a nadie, por algo dicen que el Camino (sobre todo aquí, sin caminantes ni casi paisanos) es una cura antiestrés.

El paisaje, natural y verde, permitía disfrutar de las vistas

Desde el mirador de la Virgen se divisaban dos pueblos casi pegados, Saint Valerien y Jully les Buxy, que no veríamos más que en la lejanía. Por el contrario, un poco después atravesamos Cules les Roches, donde inicialmente iba a finalizar la etapa. El camino, agradable y fácil de llevar.

Viñas, prados, árboles y pueblecitos, el paisaje de la Borgoña

Un rato después descubrimos a lo lejos Saint Gengoux (rebautizado Sanxenxo) en medio de un paisaje llano con ondulaciones leves y praderas, campos cultivados, viñedos y zonas arboladas. Realmente bonito.

Acceso a la ciudad medieval, un conjunto de calles con edificios antiguos

Se trata de un pueblo histórico con un recinto antiguo medieval y, según supimos posteriormente, en esta villa confluyen el Camino de Santiago y el que peregrina hasta Asís (Italia), con el hemos venido coincidiendo los últimos días. Saint Gengoux no siempre se apellidó le National, como en la actualidad. Muy al contrario, el rey Luis IX la bautizó como le Royal, y así se llamó durante más de 500 años, hasta que con la revolución francesa el título de real fue cambiado por nacional tras el fin de la monarquía.

Iglesia de Saint Gengoux, con la curiosidad de sus dos torres conectadas

La iglesia estaba en obras y totalmente cercada por vallas, por lo que tuvimos que conformarnos con verla desde el exterior. Sus dos torres, diferentes e interconectadas, la hacen diferente a cualquier otra iglesia. Data del siglo XII, pero a mediados del XVI fue incendiada por los hugonotes y más tarde reconstruida. Está dedicada al santo que da nombre al pueblo, un mártir del siglo VIII venerado por la iglesia católica, y cuyo nombre en castellano puede traducirse nada menos que por Gangulfo. Su historia es un culebrón: un noble al que su mujer engañó con un sacerdote, a consecuencia de lo cual él terminó convirtiéndose en ermitaño.

Vista de Saint Gengoux, donde la zona antigua y la moderna no chirrían

Saint Gengoux es un pueblo aparente y pequeño, de poco más de un millar de habitantes. Su zona antigua, adoquinada en gran parte, linda con otra más moderna sin excesivo contraste. Llegamos a la hora del mediodía español, y en el primer bar intentamos aposentarnos para tomar algún aperitivo. Imposible: al vernos llegar, el encargado se apresuró a decirnos que estaba cerrado. Es algo muy habitual ya que entre las 12 y las 14/15 horas, cuando nosotros comemos, ellos están ya de sobremesa.


Junto con la iglesia, la otra joyita de esta localidad es su enorme lavadero, casi una piscina, que recibe el agua de la lluvia desde los tejadillos que lo cubren. Data del siglo XIX, no es muy antiguo, pero sin duda llama la atención.


Dimos un paseo por Saint Gengoux antes de retornar a Buxy y nos llevamos una imagen muy positiva de la localidad. Allí tuvimos tiempo para dar otra vuelta sin rumbo por el pueblo.

Iglesia de Saint Germain en Buxy

Pasamos junto a la maciza iglesia de Saint Germain, que conserva una nave del siglo XII. Otro de sus tesoros es una muy antigua campaña, que data de 1515 y por tanto lleva en activo más de quinientos años.


Es un pueblo sencillo de pasear y sin agobios, no vimos prácticamente a nadie y disfrutamos de edificios antiguos como esta fotogénica torre histórica.


Pero son visibles detalles que recuerdan que estamos en una zona vinícola, como este precioso cartel de una bodega.

Al día siguiente regresamos en coche a Saint Gengoux para iniciar la caminata de la jornada, y aprovechamos para recorrer de nuevo esta villa. En su día estuvo amurallada y quedan restos de aquellos tiempos, como la torre de la imagen siguiente.

Al salir de Saint Gengoux el termómetro marcaba 5 grados, con sensación térmica de 2 y viento helado

Así que partimos de Saint Gengoux para iniciar una caminata de algo más de 15 kilómetros, que resolvimos en cuatro horas y cuarto, paradas incluidas. Fue bastante plana, salvo un par de ascensiones, la más importante al final. Al inicio tuvimos que abrigarnos con nuestras escasas pertenencias, no habíamos previsto temperaturas rondando los cero grados.

Saint Hippolyte, en Bonnay, restos de una monumental iglesia-fortaleza

En medio de un paisaje agradable, a unos ocho kilómetros nos encontramos con una descomunal y maciza iglesia fortaleza de Saint Hippolyte en el margen de la pequeña población de Bonnay. Y eso que se conserva solo una parte de los que en su día fue. Sorprendentemente, en la parada coincidimos con una pareja de peregrinos/caminantes, de los pocos que vimos. Es una construcción románica de los siglos XI/XII, aunque en el XIV se transformó en fortaleza, momento en el que se fortificó este priorato cluniacense.


Seguimos caminando a nuestro ritmo, con tranquilidad, pero de repente se esfumó el silencio. Empezaron a pasar trenes muy cerca de lo que debe ser la línea Lyon-París, originando estruendo en medio de la tranquilidad campestre. Realmente es un trayecto con muchas frecuencias pues los convoyes se sucedían cada pocos minutos.

Muchos pueblos de Borgoña tenían los carteles del revés por una protesta de agricultores

Un rato después alcanzamos Courtevaix y para nuestra sorpresa el cartel de entrada a la población estaba del revés. Al salir vimos otro en la misma situación. Veríamos más carteles así en la ruta y un día después averiguamos el motivo: era una protesta de agricultores contra medidas de la Unión Europea. Había tenido lugar semanas antes pero nadie les había dado la vuelta.


En este contexto se desarrolló la jornada: varios pueblos, agradables pero no espectaculares, un paisaje este sí muy llamativo y la tranquilidad de pasear casi en soledad.

Lluvia y granizo nos obligaron a poner y quitar las protecciones en un día casi invernal


Aunque a nosotros el frío nos afectaba, al ganado lo veíamos relajado en los campos. En el caso de estas llamativas ovejas, una gruesa capa de lana con seguridad alejaba cualquier riesgo de frío.

Hotel Saint Odilon, en Cluny, donde pernoctamos


Sin incidencia alguna llegamos a Flagy. Desde allí, en coche, a dormir al hotel de Cluny, el Saint Odilón, al que también había pillado por sorpresa las bajas temperaturas. Se notaba fresco en los pasillos y en las habitaciones tuvimos que encender los radiadores. Por lo demás resultó un sitio muy agradable para quedarse dos días.

CLUNY


La abadía de Cluny está situada en la población del mismo nombre y es mundialmente famosa por su relevancia en la actividad monacal del catolicismo desde el siglo X. Fundada en el 909, junto al recinto religioso se desarrolló una población que ahora tiene unos 5.000 habitantes y mantiene un agradable aire medieval.

Pont de la Levèe sobre el río Grôsne, del que se ignora su edad y por el que llegábamos al hotel

Nuestro hotel estaba en el extrarradio de Cluny, pero muy cerca del centro, y para llegar hasta allí cruzábamos este pequeño y vistoso puente de piedra.

Calle central de Cluny, larga, estrecha y comercial con diferentes nombres en su trazado

La ciudad es sencilla de recorrer ya que principalmente es una larga calle que bordea la abadía y los amplios terrenos que abarcaba. Hoy día, con gran parte del monasterio desaparecido, esta villa vive fundamentalmente del turismo.


Es una calle muy animada y atractiva, y con numerosas casas románicas, de las que existe una ruta.


Especialmente si la visita coincide en fin de semana, cuando la calle queda cerrada a los coches, moverse por ella resulta muy cómodo.

Fachada de la abadía de Cluny

En cualquier caso, al margen de lo que el visitante quiera hacer, sin demasiado esfuerzo se termina en la puerta de la abadía. Todavía hoy es un complejo enorme, pero cuando se revisan las maquetas de lo que fue queda claro que una parte fundamental sobre todo de la inmensa iglesia, desapareció.

Este espacio hoy vacío estaba ocupado por la gigantesca iglesia abacial desaparecida

En un primer momento cuesta entender lo que fue la abadía de Cluny. Desde el principio queda claro que gran parte ya no existe, pero lo que sobrevive es enorme. 

Maqueta con la abadía en el centro y la población de Cluny a su alrededor 

En la visita a la abadía (13,50 euros la entrada), en la posterior al museo y después en la Torre des Fromages se exhiben cuidadas maquetas que permiten comprender las dimensiones que tenía el recinto.

Maqueta en la que señalan de color azul los edificios que han desaparecido

La maqueta superior, en la Torre des  Fromages, identifica perfectamente en color azul la parte de la abadía que ha desaparecido. Principalmente, la enorme iglesia abacial conocida como Cluny III, destruida durante la Revolución Francesa, precisamente poco después de finalizadas las últimas obras de consolidación y ampliación. La última misa tuvo lugar en 1791, después vino su clausura, la dispersión de los monjes, los saqueos y la venta en lotes de gran parte de su patrimonio y tierras.

Las maquetas fueron una gran ayuda para comprender lo que fue Cluny

Pero no era la única maqueta en la otra. Esta otra, hecha con gran detalle, permite imaginar como era el Cluny medieval, el tamaño de la abadía y del pueblo y casi casi retrotraernos a ese momento.

Imagen real de Cluny realizada durante nuestra visita

Pese a todo lo que ha desaparecido, Cluny sigue siendo un recinto imponente.

Captura (muy similar a la imagen precedente) del video explicativo durante nuestra visita

Se han tomado en serio la tarea de explicar al visitante lo que fue. Para ello exhiben un trabajado video donde da cuenta del proceso de gestación y las ampliaciones de la abadía. Utilizan para ello dibujos y recreaciones hasta llegar a su proceso de clausura y destrucción parcial.


Como ya hemos comentado, fue una mañana fría la de nuestra visita, con el viento circulando helador por su patios y galerías. Pese a ello, nos movimos con calma, interesados por lo que estábamos viendo.


Desde su creación, se estipuló que los monjes vivirían de acuerdo con la norma de san Benito. 


Su desarrollo, iniciado por el abad Bernon, hizo de la abadía un centro de difusión del sistema cluniacense, lo que conllevó recibir numerosas donaciones. El abad Odilón (que da nombre a nuestro hotel), al que le coincidió la entrada en el segundo milenio de nuestra era, continuó su expansión.

Nave de almacenamiento, especialmente harinas

A finales del siglo XI se proyectó una nueva iglesia, que fue durante 400 años la más grande de la cristiandad occidental.


Mientras absorbíamos toda la información y recorríamos el recinto éramos conscientes de su grandeza.


Todo allí tiene dimensiones monumentales, incluido el antiguo depósito de harina. Es un edificio separado, hoy convertido en museo y con un techo de madera imitando un barco invertido.

Pasillos porticados que rodean el claustro

La intrahistoria de la abadía es la de una sucesión de abades, que lograron mantener el complejo y ampliarlo como centro de inspiración de la actividad monástica. Sin embargo, no pudieron evitar su deterioro pasados varios siglos, pero a mediados del siglo XVIII habían logrado reformarlo. Solo unas décadas antes de su abandono con la Revolución Francesa.


Las costumbres de la vida en Cluny representaron también, en el plano material, el ideal del monasterio benedictino como unidad agrícola autosuficiente. Allí sus miembros además de la actividad religiosa y la oración realizaban trabajos físicos.


Dijimos adiós a la abadía y nos encaminamos a la Torre des Fromages. Antes, en un edificio cercano a la abadía, visitamos un pequeño museo del arte y la arqueología, donde existe también una gran maqueta y objetos relacionados con su historia.

Vista de Cluny desde la Torre des Fromages


La Torre des Fromages está a unos cientos de metros de la abadía y hay que subir 120 escalones para llegar a la parte superior. A cambio se disfruta de una perfecta visión del conjunto del pueblo y de los restos que han sobrevivido del monasterio.


Al margen de la vista, es un torreón macizo en piedra bien mantenido y desde luego solido. Han creado una estructura de  madera para la escalera y la división por pisos, que con seguridad no es la original. Allí se muestran fotos antiguas de Cluny y la maqueta con edificios desaparecidos de la abadía tintados de azul que figura en esta entrada más arriba.


Al acabar el recorrido por la abadía, la torre y la propia villa, fue necesario un mínimo descanso antes de dirigirnos a Mâcon, donde íbamos a completar una jornada volcada en la historia, posiblemente más agotadora que la caminata habitual.


Antes de decir adiós a Cluny, tres lugares  para el recuerdo, La superior es la torre Fabry, que data de los siglos XIV y XV y que ha sufrido diversas modificaciones. Está situada en la periferia de la abadía.


Y ya en la calle principal, esta preciosa fuente en piedra.


Por último, la iglesia de Notre Dame, en la villa, fuera de la abadía, construida entre los siglos XII y XIV. Tiene daños visibles en el pórtico y las vidrieras fueron dañadas en un bombardeo al final de la Segunda Guerra Mundial. En Cluny la abadía lo es casi todo, pero hay joyitas extramuros.

MÂCON

Interesante y realista escultura de la recogida de la uva en una plaza de Macon

De Cluny nos dirigimos a Macón en coche, algo más de una veintena de kilómetros disfrutando un paisaje muy agradable por una carretera secundaria. Descartamos utilizar la autopista para ver mejor la zona.




Gran parte del centro de la ciudad estaba en obras, así que procuramos utilizar calles sin obstáculos. Nos dio la impresión de que todas descendían ligeramente y en su parte más baja se asoma esta ciudad de 35.000 habitantes al río Saona. Es la urbe más meridional de la región de Borgoña-Franco Condado que estamos a punto de terminar de recorrer. Debajo está Auvernia-Ródano-Alpes, con Lyon como capital y ciudad más poblada.



Junto a la Place aux Herbes nos encontramos esta casa con fachada de madera, que es el edificio más antiguo de la ciudad, de los siglos XV y XVI. En sus bajos se ubica un restaurante en el que intentamos comer, pero no fue posible.


Una placa en la fachada explica que el edificio fue propiedad del secretario municipal durante casi 40 años, y que a finales del siglo pasado se la cedió al Ayuntamiento.

Otra vista del edificio con fachada de madera

Mâcon es una ciudad con historia. Antigua Matisco, en el siglo VI solo existía un castro abandonado en su actual emplazamiento. El rey franco Childeberto regresó de una expedición en la península ibérica con parte de las reliquias de San Vicente, de las que se había apoderado en Zaragoza. Donde las depositó mandó erigir una basílica, que sería la primera catedral de Macon.

Iglesia de San Pedro, en el centro de la ciudad

En realidad la ciudad ha tenido dos catedrales y ahora mismo no tiene ninguna. La conocida como catedral de San Vicente fue construida a principios del XIX, pero poco después Macon perdería su obispado en favor de la ciudad de Autun. Pero aún sobreviven dos torres, un pórtico y un atrio de la primitiva San Vicente, conocida como vieux Saint Vicent.
En el centro de la ciudad la iglesia más llamativa, especialmente por fuera, es la de San Pedro. No lo parece pero es bastante moderna, con menos de cien años, lo que se descubre al entrar en su interior tras subir la escalinata de acceso.


Frente a la iglesia de San Pedro se encuentra el Ayuntamiento, que antes de sede municipal fue un hotel. Es un edificio amplio que por el otro lado del inmueble se ubica en el paseo junto al río Saona.

Un largo y esbelto puente de Saint Laurent comunica Mâcon con la población vecina

El Saona a su paso por Mâcon es un rio ancho y un largo puente comunica la ciudad con la vecina Saint Laurentine sur Saone. El puente de Saint Laurent data del año 1917.


El recorrido por Mâcon estuvo condicionado por una jornada fría y ventosa, con un aire que helaba y al que no conseguíamos acostumbrarnos. Por ese motivo nos pusimos a buscar donde comer, algo que en Francia sobre las tres de la tarde es una misión  condenada al fracaso.

Vista de Mâcon desde el otro lado del río Saona

Decidimos cruzar el puente y caminar un rato por la otra orilla, sin protección frente al viento, fue suficiente y decidimos regresar. Después de muchas vueltas y varios intentos, finalmente encontramos una creperie donde tomar un tentempié. Se trataba de un local céntrico, con piedra en su interior, muy agradable. Por un precio más que razonable disfrutamos de una crepe y la mayoría de un chocolate caliente que fue bienvenido. Y aplazamos la comida principal para la noche, ya en Cluny.

Creperie en Macon donde tomamos el refrigerio de mediodía

Tras este refrigerio iniciamos el retorno al aparcamiento donde habíamos dejado los vehículos utilizando una ruta distinta. Había salido el sol y el viento venía más calmado, y pudimos disfrutar mejor de la ciudad.

Calle céntrica de Mâcon llena de flores y jardineras

En Cluny habíamos reservado mesa en Le Cheval Blanc, un restaurante agradable donde cenamos bien. 


Huevos meurettes 

Hubo quien eligió una trucha y otros  huevos meurettes, escalfados y con una salsa con vino, que habíamos descubierto en Nuits. Nos gustaron más los de Nuits, con la salsa más suave. La noche anterior, también en Cluny, habíamos cenado en un italiano con pasta casera, Le Forum, muy cerca del hotel. Bien también y un sitio muy agradable, lleno de gente en la soirée del sábado.