domingo, 8 de mayo de 2022

6) Basilea, fin de trayecto

En Basilea estuvimos, como en Colmar, día y medio para tener una visión por encima de la tercera ciudad suiza en población (tras Zurich y Ginebra). Se trata, no obstante, de un centro económico de primer nivel (el segundo tras Zurich) pero con el PIB per cápita más alto de Suiza. Como nosotros íbamos de pobres, elegimos el hotel B&B, una cadena francesa de alojamientos extremadamente sencillos a buen precio, que creció instalándose en zonas industriales y comerciales cerca de ciudades, normalmente junto a autopistas. 

En este caso, el nuestro es una segunda fase de la cadena, pero en la misma línea. Y lo elegimos porque los precios en Basilea son una pasada, nada que extrañar con su nivel de vida en la ciudad más rica del país, donde el sueldo medio supera los 5.000 euros al mes.


Las habitaciones, por tanto, eran  sencillas, pero muy cómodas y funcionales, un baño amplio y un curioso skyline en la cabecera de la cama. El precio, 102 euros habitación doble por noche y dos desayunos, totalmente competitivo en la ciudad. En la misma recepción nos facilitaron una tarjeta personalizada que nos permitía utilizar la red de tranvías de forma gratuita y sin límite. También descuentos del 50 por ciento en entradas a museos y centros de interés.

Desde los pisos altos del hotel disfrutamos una una vista estupenda.


Además de un centro económico, Basilea está considerada la capital cultural del país y en ella hay numerosos museos y obras de arte en las calles. Así podemos considerar esta sorprendente fuente, que cautivó nuestra atención. Echando un vistazo al video lo podréis entender.


La fuente de Tinguely es famosa y data de 1977. Esta enorme piscina con divertidas esculturas mecánicas en movimiento se diseñó sobre el escenario del antiguo teatro de la ciudad.

El Rin atraviesa Basilea y existen numerosos puentes para conectar ambas orillas de una ciudad que limita con Alsacia (Francia) y Baden (Alemania).


En la foto se aprecia un cable. No está ahí por casualidad, sino se que utiliza como guía de una barcaza que cruza el río con la fuerza del agua, sin motor alguno.


Como aplicados turistas, y tras debatir en el grupo si la barcaza utilizaba algún tipo de propulsión , nos montamos para comprobarlo, y resultó que no.



Pero le dedicamos un buen rato a desentrañar un detalle que creíamos super-importante.


Nuestra primera visita del domingo 8 de mayo fue a la colorida sede del ayuntamiento. Es un edificio con quinientos años de historia ubicado en la céntrica Marktplatz, o plaza del Mercado. En este lugar se reúne también el parlamento cantonal, que este caso incluye solo a la ciudad de Basilea.


Su interior es curioso, lleno de frescos al aire libre.



Pese a tratarse de un domingo, se permitía el acceso al patio y había mucha gente visitándolo.


También nos encontramos pronto con el enorme edificio de la catedral, construida entre los siglos XI y XIII. 

Posteriormente fue ampliada y una de sus torres no se terminó hasta el año 1500. 


Inicialmente católica, desde hace siglos es un templo protestante y en su interior está enterrado Erasmo de Roterdam.


El día dio mucho de si, incluido visitar algún museo. En el patio de acceso al de Historia Natural, en el que no pasamos de la tienda de recuerdos, se hizo esta fotografía y la siguiente.



La mayor parte del tiempo lo pasamos en calles que de una u otra manera nos empujaban hacia el rio, que a veces se nos aparecía entre los edificios.


Y cuando no era así, existen varios miradores para seguir el curso del Rin. La torres del fondos son la sede de la farmacéutica Roche, que con 205 y 178 metros son los edificios más altos habitados del país.


Entre paseo y paseo, resolvimos la comida en un restaurante más bien vegetariano tipo bufé. Pero con la particularidad de que llenas el plato a tu gusto de las numerosas existencias de un expositor, y después pagas según el peso. No estuvo mal.



Por razón de tiempo, decidimos visitar el  Museo de Arte, principalmente porque sabíamos que contenía una buena colección de obras contemporáneas. Se ubica en varios edificios, correspondientes a otras tantas épocas de su historia.


Arlequín sentado, de Picasso (1923)

Este cuadro, junto con el de Dos hermanos, tiene una interesante historia detrás. Según cuenta El País el 9 de marzo de 2015, los dos fueron depositados en el Kunstmuseum por el coleccionista Rudolf Staechelin, pero esos depósitos se hicieron en calidad de préstamo, no de donación. De manera que en un momento de dificultades económicas, Staechelin decidió ponerlas en venta. Pero los vecinos de Basilea, que consideraban ambas obras como parte de su vida, organizaron un referéndum para que el Ayuntamiento las comprara. Como es conocido, el  ganó por mayoría y las dos telas fueron adquiridas por 8,5 millones de francos suizos. Seis los puso el consistorio y el resto fueron aportaciones de entidades privadas. Cuando Picasso se enteró de lo ocurrido, decidió regalar a la comunidad nada menos que cuatro cuadros.

El caso es que este museo de Basilea tiene la colección pública  de arte más grande e importante de Suiza, y en el año 2015 bastantes de sus cuadros se prestaron al Museo del Prado para una exposición.
Violín y jarra, cuadro de Georges Braque, admirador de Picasso, una muestra del llamado cubismo analítico

Vimos obras de Gauguin, Paul Klee, Monet, Van Gogh, Miró, Cezanne, Rodin...la verdad es que para algo más de dos horas que invertimos en recorrerlo fue genial.

Obra de Auguste Rodin en un patio del Museo: Los burgueses de Calais

Mediada la tarde, ya con el día languideciendo y con mucho trajín en nuestras piernas, tras pasear por un jardín botánico de la Universidad, nos encontramos con uno de los símbolos de la ciudad, el spalentor, antigua puerta de entrada a la urbe.


Data de 1356, cuando un fuerte terremoto destruyó la ciudad y su muralla. Optaron entonces por construir un nuevo muro en el que habría cuarenta torres, y es una de ellas. Actualmente forma parte de todos las visitas turísticas en Basilea.

Hoy en día, con las murallas desaparecidas, la puerta ha perdido fuerza como baluarte defensivo, pero se ha convertido en un referente.


Vencido el día, iniciamos el regreso al hotel sin plantearnos como. El hecho de poder viajar gratis en los tranvías, que pese a ser domingo pasaban de continuo, es un apuesta por la movilidad sostenible que viniendo de España, y especialmente de Vigo, sorprende. Sin duda ayuda a reducir el uso del vehículo privado.


Una vez en el hotel, la última partida a los chinos (o chinchimonis), un deporte al que esta vez hemos  dedicado poco tiempo. Como otras muchas cosas, es una actividad lúdica que inevitablemente nos recuerda a nuestro querido Manolo, amigo del alma, que el año pasado nos dejó.

De no ser así, hubiera estado con nosotros en Alsacia, y el manejo de los coches y el abastecimiento de refrigerios a los paseantes hubiera sido otra cosa, profesional y con cariño y siempre con una sonrisa, como acostumbraba. ¡Va por tí, Manolito!


Y con este precioso atardecer despedimos Basilea, una ciudad no cabe duda interesante, broche final de estas dos semanas de caminatas, quizás algunos días caminatillas, pero a nuestra edad nos lo podemos permitir sin dar explicaciones a nadie.