jueves, 5 de mayo de 2022

4) Por el sur de la Alsacia: Colmar y Eguisheim

Colmar es una pequeña población (75.000 habitantes) que podría considerarse una ciudad de provincias en cualquier lugar, Francia incluida, si no fuera... Colmar. Realmente es una bella urbe cruzada por el ill, rio que alimenta los canales de su barrio conocido como pequeña Venecia, a la vez que un importante imán turístico. Eguisheim es otra cosa, un pueblecito que no llega a 2.000 habitantes con una peculiaridad: es circular con una calle perimetral empedrada en forma de huevo que circunda su plaza principal. Y también el lugar de nacimiento del papa Leon IX, quien solo ejerció el papado cinco años en el siglo XI.

Puente sobre el canal, una imagen de postal en el kilómetro cero del Colmar turístico

Estuvimos día y medio el Colmar, y la diferencia fue abismal. Domingo 1 de mayo, de tarde, calles atestadas de visitantes que complicaban y casi impedían el paseo. Lunes 2, pocos transeúntes y tranquilidad absoluta para el turista.

Colmar es una ciudad histórica y su centro lo atestigua sin que el visitante tenga que realizar esfuerzo alguno. Sus canales, en algunos tramos con casas y balcones prácticamente colgados sobre el agua, añaden atractivo al conjunto.


Además de miles de personas paseando por sus calles céntricas, en un parque próximo había ese día un encuentro de organizaciones de ayuda al inmigrante. Allí vendían comidas de distintos países y se relataban sus actividades con personas llegadas de los cinco continentes.


La catedral de Colmar data del siglo XII y aún mantiene algunas vidrieras del XIV. Se encuentra en el centro de una gran plaza en gran parte ocupada por coches allí estacionados. Nos llamó la atención que no hayan sido capaces de peatonalizar el recinto, aunque carecemos de datos al respecto.


Por lo demás, al tratarse de una población de tamaño medio-pequeño, en estas dos jornadas pudimos recorrer su centro a placer, descubriendo innumerables lugares con encanto.

En este punto los visitantes sufren el síndrome de la foto obligatoria. Nosotros también

E incluso repetir la visita al puente principal sobre el canal, donde el domingo había que hacer cola para la foto típica mientras que el lunes sobraba espacio.

Un cartel llamativo: tener piedad de los coches

La multitud de gente del día festivo nos hizo entender el significado de un sorprendente cartel, en el que se pide a los peatones que dejen pasar a los coches. Lo habitual es lo contrario, que se pida a los conductores respeto para el paseante, siempre el lado débil de la ecuación. Por lo demás, estaba escrito en francés e inglés y en alsaciano. Esto último lo vimos en otros carteles y nos pareció un idioma  especialmente complicado, incluso más que el alemán.


En estos canales estrechos no hay bateau mouche como en París o Estrasburgo, pero si unas silenciosas barcazas que hacen un recorrido de apenas media hora.

Fieles a nuestra tradición náutica aprovechamos la oportunidad y resultó agradable. Nuestra "capitana" nos explicó con buena dicción inglesa (única alternativa al francés) los lugares por los que pasábamos y algunos detalles históricos.

Al fondo, de pie, nuestra guía y timonela de la barcaza

Por ella supimos que solo había dos empresas, cada una con cuatro embarcaciones, dedicadas a este cometido. Lo cierto es que ese domingo tenían muchos clientes, que abonaban siete euros/persona por un paseo de 25 minutos. 

Después de tanta vuelta nos planteamos encontrar un lugar donde cenar, y no fue sencillo. Restaurante que chequeábamos por internet estaba cerrado y cuando localizábamos uno abierto no tenía mesa disponible. Tras varios intentos nos quedamos con la única opción a nuestro alcance de comida no alsaciana, que ya llevábamos mucha carne paladeada. Era una pequeña pizzería con dos personas a su cargo (cocinero y camarera), a los que desequilibramos entrando de golpe diez personas. Sin embargo, lograron salir del paso y con un poco de espera disfrutamos de un menú de pasta y pizzas sabroso

La guinda final fue el cocinero, italiano, que se fijó en uno de los miembros del grupo y empezó a exclamar ¡"padre Pío, padre Pío"! Atónitos, logramos entenderle que en el sur del país, su lugar de procedencia, hay una gran devoción por este santo, un fraile capuchino fallecido en 1968 famoso por sus dones milagrosos. Incluso nos facilitó un retrato que guardaba con especial cariño.

Imagen del padre Pío sostenida por su "alter ego"

Como se aprecia en la foto, Pío, el padre, y nuestro amigo A. guardan un apreciable parecido. Pasamos un rato divertido con la anécdota ya que el cocinero miraba a Alfonso dudando de si no tenía delante a un resucitado. Aclarado que no era así, abandonamos el local para ir a dormir a nuestro hotel, el Arc en Ciel, que por la mañana nos había costado encontrar. En realidad dimos con él fácilmente guiados por el GPS.... pero no era el nuestro. Sorprendente, hay dos de la misma cadena y con el mismo nombre, pero el que habíamos reservado era el otro. 


El hotel era sencillo, con habitaciones pequeñas y baños más pequeños aún, pero un diez para el desayuno, que resultó extraordinario, servido en una agradable terraza. El sitio muy tranquilo, a un cuarto de hora andando del centro histórico, donde los precios de los hoteles  eran muy superiores. En este caso la relación precio/calidad (71 euros habitación + desayuno) fue muy buena.


Después de una semana de holganza y caminar, la mañana del lunes nos obligó, una vez despedidas las tres compañeras que retornaban ese día, a buscar una lavandería, que encontramos muy cerca del hotel. El rato de espera permitió comprobar que en  ocasiones la vida del turista a secas puede ser más agotadora que la del caminante.


Pero, eso sí, buscando siempre se encuentran momentos para el relajo aprovechando una terracita en uno de los laterales del hotel en la que se estaba de lo más a gustito.

 Eguisheim tiene una curiosa forma ovalada que le ha dado fama

Debido al repaso que el día anterior le habíamos dado a Colmar, preferimos iniciar la jornada visitando Eguisheim, del que habíamos leído que tenía mucho interés. Debido a su configuración, a algunos nos recordó el pueblecito toscano de Lucignano (cerca de Arezzo), igualmente circular.

En Eguisheim el turista recibe información útil nada más aparcar.

Como en Riquewihr, lo primero fue encontrar aparcamiento para los vehículos, algo sencillo y gratuito en una mañana de lunes muy cerca del ayuntamiento. Después, a recorrerlo con calma. Atrajo nuestra atención junto al párking este enorme tablón de anuncios con un plano de Eguisheim. Allí figuran todas las tabernas, restaurantes, farmacias, hoteles y demás servicios, con sus horarios y teléfonos y señalados en el mapa. Es la primera vez que vemos algo tan completo y práctico.


Desde el minuto uno nos pareció que Eguisheim tenía un acentuado toque "riquewihriano", en el sentido de un pequeño pueblo dotado de un encanto máximo y mucha historia. Casitas  de cuento adornadas con flores o glicinias, calles empedradas, tiendecitas, bodegas, un placer.

Primera foto de grupo ya reducido a siete

También encontramos dos fuentes de interés y tamaño más que respetable. Al parecer, una de ellas es la más grande de Alsacia.


El recorrido es muy sencillo ya que cuando te das cuenta vuelves a estar en el punto de salida, una de las ventajas de la configuración circular. En total hay tres anillos, de muy distinto tamaño, obviamente, trazado que al parecer se diseñó por motivos comerciales, no defensivos.


En el dintel de muchas casas subsiste información grabada en la piedra sobre el propietario, la familia y la fecha de construcción y alguna advocación religiosa para proteger el hogar, pero ignorando las claves es imposible descifrar el contenido.

Es difícil encontrar calles sin atractivo en el pueblo

Y puestos a tener un pueblo bonito se decoran también los antiguos carros en los que se trasladaban las uvas a las bodegas.


En el centro del pueblo se ubica una construcción circular con una pequeña capilla dedicada al papa León IX.


Antes de retornar a Colmar almorzamos en un vegetariano de Eguisheim, tranquilo y con decoración tradicional, que nos gustó.


Tras ello volvimos a Colmar para dar el último paseo y tomar un panaché en una terraza de la plaza de la Catedral, a media tarde llena de gente. Después, directos al hotel que al día siguiente empezábamos el segundo tramo de nuestra caminata.